Reflexionando sobre nuestra realidad. Miguel Villela, OFS
Ayer, mientras disfrutaba de una
formación que nos compartía un buen amigo y hermano sobre el evangelio de San
Lucas, mi pensamiento se detuvo al contemplar el pasaje del evangelio de Lc.
6,41-42: "¿Y por qué te fijas en la
pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres consciente de la viga que
tienes en el tuyo?"; el pasaje del evangelio de Lc 8,22-24: "Un día subió Jesús a una barca con
sus discípulos y les dijo: «Crucemos a la otra orilla del lago. Y remaron mar
adentro. Mientras navegaban, Jesús se durmió. De repente se desencadenó una
tempestad sobre el lago y la barca se fue llenando de agua, a tal punto que
peligraban. Se acercaron a él y lo despertaron: «Maestro, Maestro, ¡estamos
perdidos!» Jesús se levantó y amenazó al viento y a las olas encrespadas; se
tranquilizaron y todo quedó en calma." y al escuchar en un canto una
voz que clama al señor para que despierte ante tanto sufrimiento, injusticia y
violencia en el mundo de hoy.
Es fácil cuestionarnos y
preguntarnos ¿Por qué Dios que es el origen y la fuente del amor y por qué si
Su misericordia no tiene límites, permite tanto dolor, tanta injusticia, tanta
desigualdad, tanto desorden, tanto mal en lo que Él creo y vio que era bueno?, Muchas
personas me han preguntado y no les
mentiré: Yo también lo he hecho. Pero ayer, escuchando a Dios en mi corazón y
en mi conciencia descubrí la respuesta y es muy sencilla: Porque nosotros
estamos con Él, vamos juntos en la barca y el confía en nosotros para que
rompamos el silencio, para que lo despertemos con nuestros gritos y nuestras
acciones en pos de seguirlo, diciéndole Maestro, Maestro!!! No es El,
el que tiene que despertar, somos nosotros Su Iglesia, Sus hijos, Su pueblo, Su
creación, Sus coherederos, Sus administradores que debemos despertar primero y
e ir juntos a Él para pedir Su auxilio.
Es fácil ver la pelusa en el ojo
de otro, pero nos cuesta descubrir nuestra propia viga. Ha llegado el momento
de romper con ese acomodamiento al mal o categorización por niveles del mal y
comenzar a llamar bueno lo que es bueno y proviene de Dios y malo lo que es
malo y proviene del mal. Es importante discernir que cada acto que nosotros
realizamos a nivel personal, familiar, comunitario y social que es desagradable
a Dios por pequeño que nos parezca suma a todo el mal que intenta prevalecer en
el mundo y que si en verdad queremos provocar un cambio y cambiar de rumbo, debemos comenzar por reconocer nuestra propia
miseria y fragilidad humana y correr en busca del maestro para pedir Su gracia,
Su fortaleza, Su templanza y así, poder enfrentar y vencer nuestro propio
combate espiritual y volvernos verdaderos soldados y siervos del verdadero rey
y dueño de todo cuanto existe visible e invisible.
Todos quisiéramos gritar Maestro,
Maestro Despierta!!! Y viene el Maestro y nos preguntará como a los discípulos:
¿Y dónde está su Fe? Ha llegado el
momento que nosotros seamos los que despertemos de nuestro profundo sueño y que
emprendamos la misión de retornar el orden temporal de las cosas, tenemos que
abrir nuestros ojos y todos nuestros sentidos para ver, escuchar, sentir y
tocar el dolor, la injusticia, la desigualdad, la corrupción, la mentira, la
violencia que sin darnos cuenta y con nuestros propios actos nos han ido
apresando e induciéndonos un sueño muy profundo que nos impide ver la tempestad
que intenta amenazar nuestra barca.
Como piedras vivas de la Iglesia
fundada por Él, estamos llamados hoy a despertar, ver la tempestad que nos
amenaza e ir corriendo juntos a despertarlo para enfrentar con Él este combate
espiritual vestidos con la armadura correcta. Así como cada acto de maldad suma
para que las tinieblas intenten cubrir el mundo, también cada acto de bondad
y/o agradable a Dios suma para que sea el sol que nace de lo alto que ilumine y
disipe las tinieblas y guie nuestros pasos por el camino de la paz. Llenemos el
mundo de actos buenos agradables a Dios, agarrados de Dios, comencemos a dar
esos pequeños pasos para vencer la tentación, la invitación al mal en todas sus
manifestaciones, mantengamos presente que vamos juntos en la barca con nuestro
Señor y que Él ve cada pequeña cosa que hacemos buena o mala, cada victoria
espiritual, cada caída que lejos de verla con indiferencia o naturalidad por
nuestra condición de pecadores y nuestra naturaleza humana; debemos verla como
un reto y un desafío a vencer en nuestro camino de conversión tras el
seguimiento del Maestro que nos invita a ser como Él.
Todos sin excepción enfrentamos
nuestros propios combates espirituales y por eso debemos saberlo, mantenernos
alerta y prepararnos continuamente con nuestras lámparas encendidas. El
seductor o tentador que cree conocernos, nos presenta diferentes ofertas a cada
uno, porque ha estudiado nuestras fragilidades, nuestras debilidades y sabe dónde
atacarnos, sabe por dónde nosotros mismos nos sentimos inclinados al mal, para
algunos será las mujeres o los hombres, para otros el dinero, el poder, el
reconocimiento, la satisfacción personal, la aceptación social, la autorrealización,
etc. Y nada de esto es o debería ser malo, se vuelve malo cuando nos aparta de
Dios, cuando nos vemos obligado a desplazar a Dios de lugar que le corresponde
o para lograrlo o alcanzarlo tenemos que hacer cosas que desagradan a Dios y
caer en el pecado. Solo reconociendo nuestra propia realidad, podremos
despertar e ir a despertar al Maestro. Solo Él puede calmar la tempestad y
hacer que retorne la calma.
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