jueves, 10 de enero de 2019


Reflexionando sobre nuestra realidad.                                                    Miguel Villela, OFS

Ayer, mientras disfrutaba de una formación que nos compartía un buen amigo y hermano sobre el evangelio de San Lucas, mi pensamiento se detuvo al contemplar el pasaje del evangelio de Lc. 6,41-42: "¿Y por qué te fijas en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres consciente de la viga que tienes en el tuyo?"; el pasaje del evangelio de Lc 8,22-24: "Un día subió Jesús a una barca con sus discípulos y les dijo: «Crucemos a la otra orilla del lago. Y remaron mar adentro. Mientras navegaban, Jesús se durmió. De repente se desencadenó una tempestad sobre el lago y la barca se fue llenando de agua, a tal punto que peligraban. Se acercaron a él y lo despertaron: «Maestro, Maestro, ¡estamos perdidos!» Jesús se levantó y amenazó al viento y a las olas encrespadas; se tranquilizaron y todo quedó en calma." y al escuchar en un canto una voz que clama al señor para que despierte ante tanto sufrimiento, injusticia y violencia en el mundo de hoy.
Es fácil cuestionarnos y preguntarnos ¿Por qué Dios que es el origen y la fuente del amor y por qué si Su misericordia no tiene límites, permite tanto dolor, tanta injusticia, tanta desigualdad, tanto desorden, tanto mal en lo que Él creo y vio que era bueno?, Muchas personas me han preguntado y no les mentiré: Yo también lo he hecho. Pero ayer, escuchando a Dios en mi corazón y en mi conciencia descubrí la respuesta y es muy sencilla: Porque nosotros estamos con Él, vamos juntos en la barca y el confía en nosotros para que rompamos el silencio, para que lo despertemos con nuestros gritos y nuestras acciones en pos de seguirlo, diciéndole Maestro, Maestro!!! No es El, el que tiene que despertar, somos nosotros Su Iglesia, Sus hijos, Su pueblo, Su creación, Sus coherederos, Sus administradores que debemos despertar primero y e ir juntos a Él para pedir Su auxilio.
Es fácil ver la pelusa en el ojo de otro, pero nos cuesta descubrir nuestra propia viga. Ha llegado el momento de romper con ese acomodamiento al mal o categorización por niveles del mal y comenzar a llamar bueno lo que es bueno y proviene de Dios y malo lo que es malo y proviene del mal. Es importante discernir que cada acto que nosotros realizamos a nivel personal, familiar, comunitario y social que es desagradable a Dios por pequeño que nos parezca suma a todo el mal que intenta prevalecer en el mundo y que si en verdad queremos provocar un cambio y cambiar de rumbo, debemos comenzar por reconocer nuestra propia miseria y fragilidad humana y correr en busca del maestro para pedir Su gracia, Su fortaleza, Su templanza y así, poder enfrentar y vencer nuestro propio combate espiritual y volvernos verdaderos soldados y siervos del verdadero rey y dueño de todo cuanto existe visible e invisible.
Todos quisiéramos gritar Maestro, Maestro Despierta!!! Y viene el Maestro y nos preguntará como a los discípulos: ¿Y dónde está su Fe? Ha llegado el momento que nosotros seamos los que despertemos de nuestro profundo sueño y que emprendamos la misión de retornar el orden temporal de las cosas, tenemos que abrir nuestros ojos y todos nuestros sentidos para ver, escuchar, sentir y tocar el dolor, la injusticia, la desigualdad, la corrupción, la mentira, la violencia que sin darnos cuenta y con nuestros propios actos nos han ido apresando e induciéndonos un sueño muy profundo que nos impide ver la tempestad que intenta amenazar nuestra barca.
Como piedras vivas de la Iglesia fundada por Él, estamos llamados hoy a despertar, ver la tempestad que nos amenaza e ir corriendo juntos a despertarlo para enfrentar con Él este combate espiritual vestidos con la armadura correcta. Así como cada acto de maldad suma para que las tinieblas intenten cubrir el mundo, también cada acto de bondad y/o agradable a Dios suma para que sea el sol que nace de lo alto que ilumine y disipe las tinieblas y guie nuestros pasos por el camino de la paz. Llenemos el mundo de actos buenos agradables a Dios, agarrados de Dios, comencemos a dar esos pequeños pasos para vencer la tentación, la invitación al mal en todas sus manifestaciones, mantengamos presente que vamos juntos en la barca con nuestro Señor y que Él ve cada pequeña cosa que hacemos buena o mala, cada victoria espiritual, cada caída que lejos de verla con indiferencia o naturalidad por nuestra condición de pecadores y nuestra naturaleza humana; debemos verla como un reto y un desafío a vencer en nuestro camino de conversión tras el seguimiento del Maestro que nos invita a ser como Él.
Todos sin excepción enfrentamos nuestros propios combates espirituales y por eso debemos saberlo, mantenernos alerta y prepararnos continuamente con nuestras lámparas encendidas. El seductor o tentador que cree conocernos, nos presenta diferentes ofertas a cada uno, porque ha estudiado nuestras fragilidades, nuestras debilidades y sabe dónde atacarnos, sabe por dónde nosotros mismos nos sentimos inclinados al mal, para algunos será las mujeres o los hombres, para otros el dinero, el poder, el reconocimiento, la satisfacción personal, la aceptación social, la autorrealización, etc. Y nada de esto es o debería ser malo, se vuelve malo cuando nos aparta de Dios, cuando nos vemos obligado a desplazar a Dios de lugar que le corresponde o para lograrlo o alcanzarlo tenemos que hacer cosas que desagradan a Dios y caer en el pecado. Solo reconociendo nuestra propia realidad, podremos despertar e ir a despertar al Maestro. Solo Él puede calmar la tempestad y hacer que retorne la calma.

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