lunes, 8 de febrero de 2016

Acto Penitencial Perdón de Asís

Miguel Villela OFS Honduras
 

1.       Bienvenida y Monición breve

2.       Señal de la Cruz.

3.       Canto (opcional)

4.       Acto de Contrición:

Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.

5.       Canto Señor ten piedad. (Kirie Eleison)

6.       Salmo Responsorial Salmo 50

Salmo 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

Por tu inmensa compasión borra mi culpa;

Lava del todo mi delito,

Limpia mi pecado.

 

Pues yo reconozco mi culpa,

Tengo siempre presente mi pecado:

Contra ti, contra ti solo pequé,

Cometí la maldad que aborreces.

 

En la sentencia tendrás razón,

En el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,

Pecador me concibió mi madre.

 

Te gusta un corazón sincero,

Y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;

Lávame: quedaré más blanco que la nieve.

 

Hazme oír el gozo y la alegría,

Que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,

Borra en mí toda culpa.

 

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,

Renuévame por dentro con espíritu firme;

No me arrojes lejos de tu rostro,

No me quites tu santo espíritu.

 

Devuélveme la alegría de tu salvación,

Afiánzame con espíritu generoso:

Enseñaré a los malvados tus caminos,

Los pecadores volverán a ti.

 

Líbrame de la sangre, oh Dios,

Dios, Salvador mío,

Y cantará mi lengua tu justicia.

Señor, me abrirás los labios,

Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Los sacrificios no te satisfacen:

Si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;

Un corazón quebrantado y humillado,

Tú no lo desprecias.

 

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

Reconstruye las murallas de Jerusalén:

Entonces aceptarás los sacrificios rituales,

Ofrendas y holocaustos,

 Sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

7.       Lectura introductoria

En un diploma del siglo XIV, del obispo Teobaldo de Asís se lee: En una noche del año 1216 el bienaventurado Francisco estaba en oración y contemplación en Santa María de la Porciúncula, cuando de improviso la capilla se llenó de una luz vivísima. Francisco vio sobre el altar a Cristo revestido de luz y a su derecha a su Madre Santísima, rodeados de una multitud de Ángeles. Con el rostro en tierra Francisco adoro a su Señor en silencio.

Cristo y su Madre le preguntaron que deseaba para la gloria de Dios y salvación de los     hombres. La respuesta de Francisco fue inmediata: Santísimo Padre, aunque yo soy un pobre pecador te ruego por intercesión de la Virgen aquí presente, abogada del género humano que a todos los que, arrepentidos de sus pecados y confesados, vengan a visitar esta iglesia, les concedas amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todas sus culpas.

La Virgen se inclinó ante su Hijo en señal de que apoyaba el ruego, el cual fue oído: Lo que pides, hermano Francisco, es grande, pero de mayores cosas eres digno, y mayores tendrás. Por lo tanto accedo a tu petición, pero con la condición de que pidas de mi parte a mi vicario en la tierra esta indulgencia.

Él se levantó por la mañana, llamó a fray Maseo de Marignano (Mariñano), su compañero con quien estaba, se presentó delante del papa Honorio y dijo: “Santo Padre, recientemente he reparado para Vos una iglesia en honor de la Virgen Madre de Cristo. Ruego humildemente a vuestra santidad que concedáis una indulgencia que se pueda conseguir sin limosnas”.

El papa respondió: no es costumbre hacer eso, pues es oportuno que el que quiera una indulgencia la merezca, extendiendo su mano en ayuda; no obstante, dime, ¿cuántos años pides de indulgencia?”.

San Francisco le dijo: Santo Padre, quiera vuestra santidad concederme no años, sino almas”.

Y el papa respondió: “¿Cómo quieres las almas?”

El bienaventurado Francisco respondió: “Santo Padre, quiero, si eso place a vuestra santidad, que cuantos vengan a esa iglesia confesados, arrepentidos y absueltos, como conviene, por un sacerdote, se vean libres de culpa y pena en el cielo y en la tierra, desde el día del bautismo hasta el día y hora que entren en la iglesia”.

Respondió el papa: Mucho es lo que pides, Francisco; pues no la Curia romana no acostumbra a conceder semejante indulgencia”.

El bienaventurado Francisco respondió: “Señor, lo que pido no viene de mí, sino de parte de aquél que me ha enviado, el Señor Jesucristo”.

Entonces el señor papa, sin dudarlo, exclamó diciendo tres veces: “Me gusta que la tengas... Mira, desde ahora concedemos que, quienquiera que venga y entre en esa iglesia bien arrepentido y confesado, quede absuelto de toda pena y culpa, y queremos que eso sea válido perpetuamente, cada año, sólo por un día, desde las primeras vísperas y la noche hasta las vísperas del día siguiente”.

Entonces el bienaventurado Francisco, hecha la reverencia, se dispuso a salir del palacio y el papa, al ver que se alejaba, lo llamó y dijo: “¿A dónde vas, simple? ¿Qué prueba llevas la indulgencia?”

Y el bienaventurado Francisco respondió: “Para mí es suficiente vuestra palabra. Si es obra de Dios, él la pondrá de manifiesto. De tal indulgencia no quiero otro documento: que la Virgen sea el papel, Cristo el notario, y los ángeles los testigos”.

El 2 de agosto de 1216, según el testimonio de Pietro Zalfani, que estuvo presente en la Porciúncula, Francisco predicaba delante de siete obispos y decía: “Os quiero mandar a todos al paraíso, y os anuncio una indulgencia que he conseguido oralmente del sumo pontífice. Todos los que habéis venido hoy, y todos los que vendrán cada año en este día, con buena disposición de corazón y arrepentidos, consigáis la indulgencia de todos vuestros pecados”.

8.       Reflexión:

Dios en su infinita misericordia puede y quiere concedernos el perdón de todos los pecados y es por esto que accede a esta noble petición de Francisco de que a quien visite la capilla de Santa María de los Ángeles con una actitud contrita y humillada, con conciencia y arrepentimiento de los pecados; los pecados le queden perdonados.  Y esto es fruto del amor de Francisco por toda la humanidad, por eso deseaba que todos pudiéramos ir al paraíso e incluso él quería ayudarnos.

María siempre está dispuesta a ser nuestra abogada y nuestra intercesora y es por eso que ante la solicitud de Francisco, expresen su aprobación y le pida a Su Hijo como lo hizo en las bodas de Canaán.

La Iglesia por la autoridad concedida a ella por Nuestro Señor, puede conceder indulgencias (perdón de los pecados) a quienes realizan acciones específicas o visitan lugares santos movidos por el arrepentimiento y por el deseo de rechazar el mal.

Para obtener la indulgencia es necesario, desear alcanzar la indulgencia, haber realizado un buen examen de conciencia y experimentar un arrepentimiento de los pecados cometidos y un deseo y voluntad de rechazar el mal y al pecado y de recibir la misericordia de Dios.

Además debemos: Visitar una iglesia o capilla franciscana, o bien una iglesia parroquial, Rezar el Padre Nuestro, Rezar el Credo (Símbolo de la fe), Confesión Sacramental que si no se ha hecho es válido en los 8 días antes o después a esta fiesta, Comunión Eucarística, Orar por las intenciones del Santo Padre.

Nosotros a ejemplo de Francisco, debemos correr con entusiasmo a compartir la Buena Nueva, a decirle a nuestros hermanos de este regalo de Dios donde nos concede el perdón de los pecados. Francisco al obtener la aprobación, salió corriendo a compartir con la humanidad, porque Francisco y también nosotros tenemos que desear y luchar por la salvación de las almas. Toda la humanidad tiene la oportunidad de recibir y experimentar el amor y la misericordia de Dios; pero Dios necesita de nosotros para anunciar y compartir la Buena Nueva. ¿Qué estamos esperando?

9.       Preces

Supliquemos con confianza a Dios nuestro Padre, dispuesto siempre a la indulgencia y al perdón, para que proteja a su pueblo que confiesa humildemente sus culpas, y le conceda un signo de su misericordia.

R.: Padre, ten misericordia de nosotros

-          Para que Dios nuestro Padre nos devuelva, por la remisión de los pecados, a la perfecta comunión con la Iglesia, su Cuerpo místico, desgarrado por nuestras culpas. OREMOS...

-          Para que nos ayude a trabajar constantemente, con la oración, el ejemplo y el amor fraterno, por nuestra conversión y la de todos los hermanos. OREMOS...

-          Para que nos libre de la esclavitud del mal, y nos guíe a la plena libertad de sus hijos y amigos. OREMOS...

-          Para que, reconociendo en el perdón de los pecados la señal del Corazón de Dios, aprendamos a amar y perdonar al prójimo. OREMOS...

-          Para que la misericordia de Dios padre libre a todos de los males que afligen a la humanidad, por causa de la irresponsabilidad de los individuos. OREMOS.

 

Mira con bondad, Señor, a tus hijos, que se reconocen pecadores; haz que, libres de toda culpa por el ministerio de tu Iglesia, den gracias y alaben tu amor misericordioso. Por Cristo nuestro Señor.

10.   Bendición de San Francisco

11.   ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES

Salve, celestial Señora, Reina de los Ángeles, poderosa y benigna abogada nuestra, María: sé mil veces bendita y agradecida por el insigne favor de haber obtenido de tu Hijo divino para tu siervo Francisco la gran indulgencia del perdón de Asís, en beneficio de la Iglesia. Vuelve a nosotros tus ojos bondadosos desde el trono radiante de gloria donde has sido exaltada, y desde el que derramas tantos tesoros de gracias. Haz que nos arrepintamos sinceramente de todas nuestras faltas y que podamos obtener de tu Hijo Jesús un perdón generoso; para que, después de haber hecho aquí en la tierra frutos dignos de penitencia, podamos un día verte, alabarte y bendecirte, con los ángeles y los santos, en la gloria del Reino.

12.   Canto Franciscano (opcional si hay coro)

 

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