Miguel Villela OFS Honduras
1.
Bienvenida y Monición breve
2.
Señal de la Cruz.
3.
Canto (opcional)
4.
Acto de Contrición:
Yo confieso ante
Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi
culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a
Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.
5.
Canto Señor ten piedad. (Kirie Eleison)
6.
Salmo Responsorial Salmo 50
Salmo
50
Misericordia, Dios mío, por
tu bondad,
Por tu inmensa compasión
borra mi culpa;
Lava del todo mi delito,
Limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
Tengo siempre presente mi
pecado:
Contra ti, contra ti solo
pequé,
Cometí la maldad que
aborreces.
En la sentencia tendrás
razón,
En el juicio resultarás
inocente.
Mira, en la culpa nací,
Pecador me concibió mi
madre.
Te gusta un corazón
sincero,
Y en mi interior me
inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo:
quedaré limpio;
Lávame: quedaré más blanco
que la nieve.
Hazme oír el gozo y la
alegría,
Que se alegren los huesos
quebrantados.
Aparta de mi pecado tu
vista,
Borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un
corazón puro,
Renuévame por dentro con
espíritu firme;
No me arrojes lejos de tu
rostro,
No me quites tu santo
espíritu.
Devuélveme la alegría de tu
salvación,
Afiánzame con espíritu
generoso:
Enseñaré a los malvados tus
caminos,
Los pecadores volverán a
ti.
Líbrame de la sangre, oh
Dios,
Dios, Salvador mío,
Y cantará mi lengua tu
justicia.
Señor, me abrirás los
labios,
Y mi boca proclamará tu
alabanza.
Los sacrificios no te
satisfacen:
Si te ofreciera un
holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un
espíritu quebrantado;
Un corazón quebrantado y
humillado,
Tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad,
favorece a Sión,
Reconstruye las murallas de
Jerusalén:
Entonces aceptarás los
sacrificios rituales,
Ofrendas y holocaustos,
Sobre tu altar se inmolarán novillos.
7.
Lectura introductoria
En un diploma del siglo XIV, del obispo Teobaldo de Asís se lee: En una
noche del año 1216 el bienaventurado Francisco estaba en oración y
contemplación en Santa María de la Porciúncula, cuando de improviso la capilla
se llenó de una luz vivísima. Francisco vio sobre el altar a Cristo revestido
de luz y a su derecha a su Madre Santísima, rodeados de una multitud de
Ángeles. Con el rostro en tierra Francisco adoro a su Señor en silencio.
Cristo y su Madre le preguntaron que deseaba para la gloria de
Dios y salvación de los hombres. La respuesta de Francisco
fue inmediata: Santísimo Padre, aunque yo soy un pobre pecador te ruego por
intercesión de la Virgen aquí presente, abogada del género humano que a todos los que,
arrepentidos de sus pecados y confesados, vengan a visitar esta iglesia, les
concedas amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todas sus
culpas.
La Virgen se inclinó ante su Hijo en señal de que
apoyaba el ruego, el cual fue oído: Lo que pides, hermano Francisco, es grande,
pero de mayores cosas eres digno, y mayores tendrás. Por lo tanto accedo a tu
petición, pero con la condición de que pidas de mi parte a mi vicario en la
tierra esta indulgencia.
Él se levantó por la mañana, llamó a fray Maseo de Marignano (Mariñano), su
compañero con quien estaba, se presentó delante del papa Honorio y dijo: “Santo
Padre, recientemente he reparado para Vos una iglesia en honor de la Virgen Madre de
Cristo. Ruego humildemente a vuestra santidad que concedáis una indulgencia que
se pueda conseguir sin limosnas”.
El papa respondió: no es costumbre hacer eso, pues es oportuno que el que
quiera una indulgencia la merezca, extendiendo su mano en ayuda; no obstante,
dime, ¿cuántos años pides de indulgencia?”.
San Francisco le dijo: Santo Padre, quiera vuestra santidad concederme no
años, sino almas”.
Y el papa respondió: “¿Cómo quieres las almas?”
El bienaventurado Francisco respondió: “Santo Padre, quiero, si eso place a
vuestra santidad, que cuantos vengan a esa iglesia confesados, arrepentidos y
absueltos, como conviene, por un sacerdote, se vean libres de culpa y pena en
el cielo y en la tierra, desde el día del bautismo hasta el día y hora que
entren en la iglesia”.
Respondió el papa: Mucho es lo que pides, Francisco; pues no la Curia
romana no acostumbra a conceder semejante indulgencia”.
El bienaventurado Francisco respondió: “Señor, lo que pido no viene de mí,
sino de parte de aquél que me ha enviado, el Señor Jesucristo”.
Entonces el señor papa, sin dudarlo, exclamó diciendo tres veces: “Me gusta
que la tengas... Mira ,
desde ahora concedemos que, quienquiera que venga y entre en esa iglesia bien
arrepentido y confesado, quede absuelto de toda pena y culpa, y queremos que
eso sea válido perpetuamente, cada año, sólo por un día, desde las primeras
vísperas y la noche hasta las vísperas del día siguiente”.
Entonces el bienaventurado Francisco, hecha la reverencia, se dispuso a
salir del palacio y el papa, al ver que se alejaba, lo llamó y dijo: “¿A dónde
vas, simple? ¿Qué prueba llevas la indulgencia?”
Y el bienaventurado Francisco respondió: “Para mí es suficiente vuestra
palabra. Si es obra de Dios, él la pondrá de manifiesto. De tal indulgencia no
quiero otro documento: que la Virgen sea el papel, Cristo el notario, y los
ángeles los testigos”.
El 2 de agosto de 1216, según el testimonio de Pietro Zalfani, que estuvo
presente en la Porciúncula, Francisco predicaba delante de siete obispos y
decía: “Os quiero mandar a todos al paraíso, y os anuncio una indulgencia que
he conseguido oralmente del sumo pontífice. Todos los que habéis venido hoy, y
todos los que vendrán cada año en este día, con buena disposición de corazón y
arrepentidos, consigáis la indulgencia de todos vuestros pecados”.
8.
Reflexión:
Dios en su infinita misericordia puede y quiere concedernos el perdón de
todos los pecados y es por esto que accede a esta noble petición de Francisco
de que a quien visite la capilla de Santa María de los Ángeles con una actitud
contrita y humillada, con conciencia y arrepentimiento de los pecados; los
pecados le queden perdonados. Y esto es
fruto del amor de Francisco por toda la humanidad, por eso deseaba que todos
pudiéramos ir al paraíso e incluso él quería ayudarnos.
María siempre está dispuesta a ser nuestra abogada y nuestra intercesora y
es por eso que ante la solicitud de Francisco, expresen su aprobación y le pida
a Su Hijo como lo hizo en las bodas de Canaán.
La Iglesia por la autoridad concedida a ella por Nuestro Señor, puede
conceder indulgencias (perdón de los pecados) a quienes realizan acciones
específicas o visitan lugares santos movidos por el arrepentimiento y por el
deseo de rechazar el mal.
Para obtener la indulgencia es necesario, desear alcanzar la indulgencia,
haber realizado un buen examen de conciencia y experimentar un arrepentimiento
de los pecados cometidos y un deseo y voluntad de rechazar el mal y al pecado y
de recibir la misericordia de Dios.
Además debemos: Visitar una iglesia o capilla
franciscana, o bien una iglesia parroquial, Rezar el Padre Nuestro, Rezar el
Credo (Símbolo de la fe), Confesión Sacramental que si no se ha hecho es válido
en los 8 días antes o después a esta fiesta, Comunión Eucarística, Orar por las
intenciones del Santo Padre.
Nosotros a ejemplo de Francisco, debemos
correr con entusiasmo a compartir la Buena Nueva, a decirle a nuestros hermanos
de este regalo de Dios donde nos concede el perdón de los pecados. Francisco al
obtener la aprobación, salió corriendo a compartir con la humanidad, porque
Francisco y también nosotros tenemos que desear y luchar por la salvación de
las almas. Toda la humanidad tiene la oportunidad de recibir y experimentar el
amor y la misericordia de Dios; pero Dios necesita de nosotros para anunciar y
compartir la Buena Nueva. ¿Qué estamos esperando?
9.
Preces
Supliquemos con confianza a Dios nuestro Padre,
dispuesto siempre a la indulgencia y al perdón, para que proteja a su pueblo
que confiesa humildemente sus culpas, y le conceda un signo de su misericordia.
R.: Padre,
ten misericordia de nosotros
-
Para que Dios nuestro Padre nos devuelva, por la
remisión de los pecados, a la perfecta comunión con la Iglesia, su Cuerpo
místico, desgarrado por nuestras culpas. OREMOS...
-
Para que nos ayude a trabajar constantemente, con
la oración, el ejemplo y el amor fraterno, por nuestra conversión y la de todos
los hermanos. OREMOS...
-
Para que nos libre de la esclavitud del mal, y
nos guíe a la plena libertad de sus hijos y amigos. OREMOS...
-
Para que, reconociendo en el perdón de los
pecados la señal del Corazón de Dios, aprendamos a amar y perdonar al prójimo.
OREMOS...
-
Para que la misericordia de Dios padre libre a
todos de los males que afligen a la humanidad, por causa de la
irresponsabilidad de los individuos. OREMOS.
Mira con bondad, Señor, a tus hijos, que se
reconocen pecadores; haz que, libres de toda culpa por el ministerio de tu
Iglesia, den gracias y alaben tu amor misericordioso. Por Cristo nuestro Señor.
10.
Bendición de San Francisco
11.
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES
Salve, celestial Señora, Reina de los Ángeles,
poderosa y benigna abogada nuestra, María: sé mil veces bendita y agradecida
por el insigne favor de haber obtenido de tu Hijo divino para tu siervo
Francisco la gran indulgencia del perdón de Asís, en beneficio de la Iglesia. Vuelve a
nosotros tus ojos bondadosos desde el trono radiante de gloria donde has sido
exaltada, y desde el que derramas tantos tesoros de gracias. Haz que nos
arrepintamos sinceramente de todas nuestras faltas y que podamos obtener de tu
Hijo Jesús un perdón generoso; para que, después de haber hecho aquí en la
tierra frutos dignos de penitencia, podamos un día verte, alabarte y
bendecirte, con los ángeles y los santos, en la gloria del Reino.
12.
Canto Franciscano (opcional si hay coro)
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