lunes, 8 de febrero de 2016

San Francisco de Asis y la Vocación

Miguel Villela OFS Honduras
 
 
Como nuestro Hermano Francisco decía antes de todo: ÉL Señor os dé la paz.

Tomando textos de San Buenaventura y de la primera vida escrita por Tomas de Celano, primer biógrafo de san Francisco, intentaré hacer una breve descripción de la vida de este hijo de Dios:

Nuestro Hermano Francisco, siervo de Dios, nació hacia el año de 1182 en la ciudad de Asís, Italia.

Se crio en un hogar rodeado de sus padres Pedro Bernardone, rico comerciante de telas y su madre Madonna Picca, recibió una buena educación en la escuela de su parroquia San Jorge, luego comenzó a trabajar en la empresa de su padre, donde demostró ser un hábil comerciante.

Como un joven normal de su época y de su condición social, disfrutaba de las fiestas, le gustaban las canciones de moda, era vanidoso, le gustaba vestir a la última y según sus biógrafos poseía una talla de líder entre sus amigos, voluntarioso, generoso, desprendido, derrochador y con muy buenos sentimientos, jamás puso su confianza en el dinero y en las riquezas; Dios había infundido en lo más intimo del joven Francisco una cierta compasión hacia los pobres que fue creciendo con el desde su infancia y llenó su corazón de benignidad.

Ya desde su nacimiento, un peregrino a quien su madre le había dado una limosna, lo bendijo, anunciando que sería uno de los hombres más buenos del mundo.

Otro hombre muy sencillo de Asís, inspirado al parecer por Dios mismo, cada vez que se encontraba con Francisco, se quitaba la capa y la extendía a sus pies, asegurando que este era digno de toda reverencia por cuanto en un futuro realizaría grandes proezas y llegaría a ser honrado por todos los fieles.

Sucedió un día, mientras era absorbido por el barullo del comercio, que despachó con las manos vacías a un pobre que se había acercado a pedirle limosna por amor de Dios, pero vuelto en sí al instante corrió tras el pobre y dándole con clemencia la limosna prometió al Señor que a partir de entonces jamás negaría el socorro mientras le fuera posible a cuanto s se lo pidieran por amor suyo, muchos años después solía decir que apenas escuchaba la expresión amor de Dios, sentía un profundo estremecimiento en su corazón y en su ser. Dicha promesa de socorro hacia los necesitados la guardó con piedad hasta su muerte.

 

Empieza a conocer su vocación:

Luego de haberse alistado en el ejercito, haber sido prisionero y mantenerse en el tipo de vida que hasta la fecha lo llenaba, de pronto El Señor hizo sentir su mano poderosa sobre el, operando en su espíritu un profundo cambio mientras sufría de prolijas enfermedades, afligiendo su cuerpo, para disponer así su alma a la unción del Espíritu Santo.

A partir de ese día todo empezó a cambiar para el, aún sin que el supiera o lograra comprender.

Al ver la pobreza, se conmueve su compasivo corazón y da sus ropas finas a un caballero noble pero pobre y mal vestido, realizando una doble obra de misericordia: cubrir la vergüenza de un noble caballero y remediar la necesidad de un pobre.

A la noche siguiente tiene el sueño del palacio lleno de riquezas, armas marcadas con la señal de la cruz de Cristo, trofeos de guerra y una bella esposa, el pregunto para quien serian tan grandes tesoros y una voz de lo alto le respondió que para el y sus caballeros.

Animado por las promesas del sueño vuelve a enlistarse confiado que le esperaba un glorioso porvenir, estando en la puglia, la voz del Señor le salió al paso y le dijo: ¿francisco quien piensas que pueda beneficiarte mas: El Señor o el siervo, el rico o el pobre?, a lo que Francisco ya consiente de quien le hablaba le responde que sin duda el señor y el rico, a lo que El Señor le vuelve a preguntar ¿Por qué entonces abandonas al Señor por el siervo y por un pobre dejas a un Dios rico?, a lo que responde Francisco por primera vez la frase que lo acompañará en su vida de fiel obediencia Señor ¿que quieres que haga? Y El Señor le dice vuelve a Asís y yo te diré ¿lo que tienes que hacer?

A su regreso, se interesaba más por los pobres y le comenzaba a atraer su amada dama pobreza.

Me desposaré con una mujer, la más noble y bella que jamás hayáis visto, y que superará a todas por su estampa y que entre todas descollará por su sabiduría.

En su casa a la hora de la comida partía mas pan en espera de que llegará alguien a pedir, si alguien le pedía limosna le daba lo que tenia, dinero o su ropa.

Peregrinó a Roma para ofrecer una generosa limosna en el cepillo del altar de San Pedro, luego cambio sus ropas por las de un pordiosero y comenzó a pedir.

De regreso cierto día cuando cabalgaba por la llanura se encontró con un leproso (siempre le habían repugnado), pero El Señor le había revelado que si quería seguir su voluntad tenia que cambiar, tenía que lograr que lo amargo se le volviera dulce y lo dulce amargo; al ver al leproso bajo de su caballo, le besó la mano y le dio una limosna, al instante sintió una dulzura y felicidad plena que desde ese día le obligaba a visitar a los leprosos, los mendigos, los sacerdotes, los pobres y cuantos sufrieran para darles limosnas y curar sus llagas o heridas.

Comenzó a buscar lugares solitarios para dedicarse por completo a la oración.

Mientras oraba y lloraba intensamente frente a la imagen de Jesús Crucificado, frente a la Pasión de Nuestro Señor en el interior de las ruinas de la Iglesia de San Damián, oyó la voz del Señor que salía desde la cruz y le repetía tres veces: Francisco repara mi iglesia que esta en ruinas, no ves que se hunde.

Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


Luego de salir del éxtasis divino, Francisco se enfoca en reparar físicamente la Iglesia de san Damián, luego reparará la Iglesia de San Pedro y de Nuestra Señora de los Ángeles o la Porciúncula  sin conocer aún que El Señor le invitaba a reparar la iglesia que El Mismo había salvado con su sangre.

Francisco renuncia a sus bienes, se desnuda y repite la frase ya no diré padre mío de Bernardone, sino solamente Padre Nuestro que estas en los cielos.

Un día estando en misa escucha una de las partes del evangelio que dictaron la pauta del camino que Nuestro Señor le invitaba a seguir Mt 10,19, el evangelio de la misión de los apóstoles, al escucharlo San Francisco inmediatamente exclamó esto es lo que yo quiero, es lo que busco, es lo que en lo más profundo de mi corazón anhelo poner en práctica.

Se despojó nuevamente de sus ropas y comenzó a vestir la túnica en forma de cruz para expulsar todas las ilusiones diabólicas, se la prepara áspera para crucificar la carne con sus vicios y pecados, se la prepara pobrísima y burda tal que el mundo no pudiera ambicionarla, se coloca una cuerda en lugar de correa, se desato el calzado, soltó el bastón, dejo el dinero pues nunca fue oyente sordo del Evangelio sino que, confiando a su feliz memoria cuanto oía, procuraba cumplirlo a la letra sin tardanza.

«Marchad, carísimos, de dos en dos por las diversas partes de la tierra, anunciando a los hombres la paz y la penitencia para remisión de los pecados. Y permaneced pacientes en la tribulación, seguros, porque el Señor cumplirá su designio y su promesa. A los que os pregunten, responded con humildad; bendecid a los que os persigan; dad gracias a los que os injurien y calumnien (cf. 2 R 10,10-12), pues por esto se nos prepara un reino eterno».

Fue, pues, la mano del Señor la que se posó sobre él y la diestra del Altísimo la que lo transformó, para que, por su medio, los pecadores pudieran tener la confianza de rehacerse en gracia y sirviese para todos de ejemplo de conversión a Dios.

San Francisco comienza a tener sus primeros compañeros: Hermano Bernardo, Pedro Cattani, con ellos busca en los evangelios y encuentra los que definirían su regla de vida, que actualmente se conserva en la Walters Art Gallery de Baltimore, USA:

Mt 19,21 vende todo lo que tienes y dalo a los pobres

Lc. 9,3, No toméis nada para el camino

 Lc. 9,23. Si alguno quiere seguirme, que se niegue a si mismo, tome su cruz y me siga.

Francisco se instala en Rivotorto, se les une Fray Silvestre.

Francisco realiza con Fray Gil, la primera incursión apostólica, a su paso dejaban a todo el mundo perplejo por su identidad franciscana, algunos los confundían con hechiceros, con locos, la gente corría asustada.

Pues quien sufre la persecución antes que querer separarse de sus hermanos, verdaderamente permanece en la perfecta obediencia, porque da su vida (cf. Jn 15,13) por sus hermanos.

Luego realizará otros viajes misioneros junto con sus hermanos menores, se tiene registro del viaje de Fray Gil y Bernardo.

«Confortaos, carísimos, y alegraos en el Señor; no os entristezcáis al veros tan pocos; ni os asuste mi simplicidad ni la vuestra, porque, como me ha mostrado en verdad el Señor, Dios nos hará crecer en gran multitud y nos propagará hasta los confines de la tierra.

Se unen al grupo Sabatino, Juan, Morico el chico y Felipe

La oración del grupo de Rivotorto era más mental que oral, no tenían libros para rezar el oficio, los invitaba a rezar el Padrenuestro y a adorar la cruz.

«Cuando oréis decid: "Padre nuestro", y también: "Te adoramos, Cristo, en todas las iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo"».

LA DEVOCIÓN EUCARÍSTICA
EN LA «CARTA A TODA LA ORDEN"
DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

por Octaviano Schmucki, o.f.m.cap.

12Así pues, os ruego a todos vosotros, hermanos, besándoos los pies y con la caridad que puedo, que manifestéis toda reverencia y todo honor, tanto cuanto podáis, al santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, 13en el cual las cosas que hay en los cielos y en la tierra han sido pacificadas y reconciliadas con el Dios omnipotente (cf. Col 1,20).

En 1224 Francisco es bendecido con la impresión de las llagas de la Pasión de Cristo en el monte Alverna.

San Francisco murió en la Porciúncula, al atardecer del sábado 3 de octubre de 1226, a la edad de 44 años.

Es Canonizado el día 16 de Julio de 1228 por el Papa Gregorio IX.

Te digo que si hubiere tenido paciencia y no me hubiere alterado, que en esto está la verdadera alegría y la verdadera virtud y la salvación del alma.»

 

Tomado de uno de sus testamentos, TESTAMENTO DE SIENA

1Escribo cómo bendigo a todos mis hermanos, los que están en nuestra religión y los que vendrán a ella hasta el fin del siglo... 2Puesto que, a causa de la debilidad y dolores de la enfermedad, no tengo fuerzas para hablar, brevemente declaro a mis hermanos mi voluntad en estas tres palabras, a saber: 3que, en señal del recuerdo de mi bendición y de mi testamento, siempre se amen mutuamente, 4siempre amen y guarden la santa pobreza, nuestra señora, 5y que siempre se muestren fieles y sumisos a los prelados y todos los clérigos de la santa madre Iglesia.

Cristo: «A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me asaltan».

El Altísimo mismo me reveló que debería vivir según la forma del santo Evangelio.

 

Conclusiones: De la Vocación a la que fue llamado este Santo varón de Dios, podemos referirnos a lo siguiente:

1. El Hermano Francisco, partiendo de su débil humanidad, demostró una sensibilidad y docilidad a la escucha del llamado de Dios.

2. En su deseo de seguir las huellas de Nuestro Señor, vivió según la forma del evangelio:

Del evangelio a la vida y de la vida al evangelio. Esto es lo que siempre había  buscado.

3. Al conocer y enamorarse de su dama pobreza y estar en búsqueda de la perfecta obediencia, descubrió que la verdadera alegría se encuentra en dar la vida por los hermanos., porque es dando como se recibe y perdonando como se es perdonado.

4. La continua oración fue el camino que lo condujo a conocer la voluntad de Dios, ¿Señor que quieres que haga?

5. Su devoción por Cristo Crucificado, María Santísima y La Eucaristía, le dio sentido al estilo de vida propio de la fraternidad franciscana.

Me sé de memoria a mi Cristo pobre y Crucificado.

Hermanos, pidámosle a Nuestro Señor que nos conceda tan solo un poco de la humildad, confianza en Dios y en la Iglesia, amor, caridad y sed evangélica que nuestro Padre Seráfico San Francisco de Asís demostró a lo largo de su camino de conversión y salvación.

«El hombre de hoy necesita la fe, la esperanza y la caridad de Francisco; necesita la alegría que brota de la pobreza de espíritu, esto es, de una libertad interior». -Juan Pablo II, 11-II-03

ÉL Señor os dé la paz.

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