sábado, 13 de febrero de 2016

Reflexión sobre Semana Santa

Miguel Villela OFS Honduras
 
Contrario a lo que el consumismo y las tendencias modernas nos tratan de imponer, la Semana Santa, Gran Semana (como se conocía antiguamente), o Semana Mayor, no es un período de vacaciones de verano o de relax para irnos a la playa o de vacaciones donde el único interés es disfrutar de los placeres que se nos ofrecen sin discreción.
Semana Santa es una semana, donde se nos invita a rendirnos ante el misterio de la Misericordia de nuestro Señor Jesús que por amor al Padre y la humanidad, entrego su vida por nosotros y por nuestra salvación.
Relatan los biógrafos que San Francisco de Asís lloraba al contemplar la pasión del Señor y sufría en su interior al reflexionar, descubrir y decirse a sí mismo que ¨El amor no es amado¨. Esta frase de Francisco representa el drama de nuestra vida que a pesar que hemos sido creados a imagen y semejanza del Hijo (que existe antes de toda la creación y por quien todo fue creado), todavía no hemos logrado comprender y encarnar el sentido y el valor de Su sacrificio por nosotros: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. (Jn. 15,13).
En la carta para la cuaresma con el lema “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13): el Papa Francisco nos invita a vivir con intensidad este tiempo celebrando y experimentado la Misericordia de Dios, para luego, compartirla con gestos concretos a través de nuestro amor al prójimo (obras de misericordia corporales y espirituales). También nos presenta la figura de Jesús como el esposo dispuesto hacer de todo, hasta entregar Su vida para ganarse de nuevo el amor de la esposa infiel ¿Quién será la esposa infiel a que se refiere el Papa?
La Semana Santa es la celebración de la Misericordia de Dios y me atrevo a decir que la deberíamos llamar la Semana de la Misericordia, porque Dios padre derrama en el Hijo su misericordia ilimitada hasta tal punto que hace de Él la ¨Misericordia encarnada¨.
En la semana santa se nos invita a unirnos a cada uno de los momentos de preparación, de angustia, de dolor, de soledad, de desconsuelo y de tristeza (Lc. 22,42) que vivió en carne propia el Cordero, que Dios Padre proveyó para el sacrificio (Gen. 22,8), es por eso que cada uno de los días de la semana santa los debemos vivir con intensidad, con conciencia de lo que estamos celebrando, con entrega, con disposición y en un total abandono a la Voluntad de Dios que quiere, desea y anhela actuar en nuestra vida. Cada uno de los días está lleno de la presencia de Dios y nos ayuda para prepararnos para el siguiente.
No podemos caer en el error de diseñar un Dios a nuestra medida, a nuestro estilo, a nuestro gusto y a nuestra comodidad; tenemos que elegir el paquete completo. San Francisco de Asís nos dirá: Dios es el todo, es el todo bien, el sumo bien, el bien total, Mi Dios y Mi Todo, y para ser llamados sus servidores y sus amigos debemos elegirlo a Él en todo momento, en los de alegría y gozo y en los de tristeza y dolor: No hay resurrección sin la cruz y la cruz no tiene sentido sin la resurrección. Si queremos festejar la resurrección de Nuestro Señor tenemos que haber pasado junto a Él los momentos de Su Pasión. Jesús nos invita a seguirlo en todo momento: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame (Lc. 9,23).
Participar activamente de la semana santa, nos pone en el camino de nuestra propia conversión, es la oportunidad de un encuentro personal con Dios que nos ayuda a definir nuestra identidad y nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia fundada por Él, nos da la oportunidad de renovar nuestra alianza y sobretodo nos hace sentirnos Sus siervos: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios (Lc. 9,62).
Tenemos que vencer los vicios del mundo moderno que nos enseñan que la libertad del ser humano consiste en hacer lo que se quiera hacer y en el momento que se quiera hacer, dejando a Dios a un lado a la hora de tomar decisiones.
Ser verdaderamente libres desde mi definición personal, es volvernos voluntariamente esclavos de la Voluntad de Dios (Lc. 1,38). Así que unámonos voluntariamente a Dios y a nuestra Iglesia a participar y disfrutar de la celebración de la Semana Santa con un corazón contrito, humillado y dispuesto.
La Semana santa da inicio al tiempo litúrgico más fuerte del año, inicia con el domingo de Ramos y finaliza con el Domingo de Resurrección. Todos los días de la semana son llamados días santos y todos nos invitan a ir preparando nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro corazón para entregarnos por completo a Nuestro Señor Jesús y caminar junto a Él en cada uno de los momentos de Su Pasión, Muerte y Resurrección.
Para los católicos, llegar a la semana santa, significa haber vivido un tiempo intenso de cuaresma, donde se ha tenido la oportunidad de reflexionar sobre nuestra vida, nuestra relación con Dios, nuestra miseria, nuestra condición de pecadores; donde hemos buscado y recibido la misericordia de Dios a través del sacramento de la reconciliación, donde nos hemos alimentado con Su palabra y con Su carne, donde nos hemos expuesto y desnudado ante Él, sobre todo en este contexto del año jubilar donde además del perdón de nuestros pecados, se nos perdonan también las consecuencias de los mismos al entrar por la Puerta Santa para recibir la indulgencia plenaria.
No permitamos que esta Semana Santa sea una semana más de nuestra vida, aprovechemos esta oportunidad para vivirla en familia, disfrutando y gozando de cada uno de los momentos que se nos invita a celebrar,  cada uno encierra un misterio y un regalo de Dios para nuestra vida y para nuestro crecimiento en la Fe. Asumamos el reto de pasar de la vida al evangelio y del evangelio a la vida, haciendo nuestra la quinta admonición de San Francisco de Asís: Nadie se enorgullezca, sino gloríese en la cruz del Señor (Gal. 6,14).
Asumamos juntos el reto que nos pide el Papa Francisco de hacer lío, de provocar escándalo, de marcar diferencia. Demostrémosle a Dios, a nosotros mismos y al mundo: que elegimos quedarnos con lo mejor, que estamos dispuestos a morir a nosotros mismos y que podemos descubrir y dar a conocer la riqueza y el gozo de entregarnos y vivir con pasión la Semana Santa a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo.
Que Nuestro Señor nos conceda Su paz.
 
 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario