“Misericordia
quiero y no sacrificio” (Mt 9,13).
El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Es éste el
corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un
lugar central y fundamental.
Recomendación del Papa Francisco: Vivir esta cuaresma con mayor intensidad celebrando y experimentando la
Misericordia de Dios.
CLAVES PARA LA CUARESMA:
1.
Escucha
Orante de la Palabra, especialmente la Profética.
2.
Experimentar
la Misericordia en primera persona: Misión, La Misericordia es un anuncio al
mundo. Un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.
3. Compartir el Milagro de la Misericordia: Amar al Prójimo.
PERSONAJES
Y MOMENTOS QUE NOS DEBEN ACOMPAÑAR EN ESTA CUARESMA:
1.
María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada
Acoge el anuncio de la Buena Nueva y con el Magnificat, nos
canta proféticamente la Misericordia con que Dios la ha elegido.
2.
La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia
Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia,
dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una
compasión visceral aún en los momentos de mayor infidelidad donde se rompe el
pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la
verdad.
Aquí estamos frente a
un auténtico drama de amor: El padre y el Marido traicionado
por el hijo y la esposa infiel.
Este drama de amor alcanza su
culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia
hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada»
Jesús es el Esposo que hace
cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa: (incluso dar su vida) con quien
está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias
eternas con ella. Las Bodas del Cordero.
Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma
y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5).
La Misericordia
entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una
ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae
vultus, 21).
Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada
uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que
la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y
espirituales.
¿A QUE NOS AYUDAN LAS OBRAS DE MISERICORDIA?
Nos recuerdan que nuestra fe se
traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo
en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo,
visitarlo, consolarlo y educarlo.
Es una respuesta a la
Misericordia que Dios ha tenido con nosotros. Entre más hemos recibido
Misericordia de Dios, más seremos capaces de compartir esa Misericordia con
nuestro prójimo.
La Misericordia hace que nuestra conciencia DESPIERTE y nos
permite entrar al corazón del EVANGELIO donde los pobres son los privilegiados de la
misericordia divina». ¿QUE ESTAS HACIENDO POR LOS POBRES?
En el pobre, en efecto, la carne
de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado,
flagelado, desnutrido, en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo
toquemos y lo asistamos con cuidado»
ES IMPENSABLE Y UN
ESCANDALO EL MISTERIO DE LA CONTINUACIÓN DEL SUFRIMIENTO DEL CORDERO INOCENTE,
más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa
de su fe. Ante el deberíamos quitarnos
las sandalias. (cf. Ex 3,5)
PELIGROS DE UNA CONCIENCIA DORMIDA:
Creerse y sentirse Rico cuando se es el Pobre más miserable:
Esclavo del Pecado.
DEBEMOS
ACEPTAR NUESTRA POBREZA ANTE DIOS: EL PRIMER PASO PARA RECIBIR MISERICORDIA. La misericordia
transforma el corazón del hombre.
Ser Rico en pecado: nos impulsa a utilizar
la Riqueza y el Poder para disimular u ocultar nuestra verdadera pobreza y no
para servir a Dios ni al prójimo. Por eso cada vez se quiere más.
Y este ofuscamiento va acompañado
de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el
demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado.
Llega hasta tal punto que ni
siquiera podemos ver o ser sensible ante el pobre Lázaro, que mendiga a la
puerta de nuestra casa (cf. Lc
16,20-21), y que es figura
de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión.
HAS PENSADO QUE: EN EL TIEMPO DE HOY,
CRISTO MENDIGA ANTE NUESTRA PUERTA Y NUESTRO CORAZÓN PARA DARNOS LA OPORTUNIDAD
DE CONVERTIRNOS Y EXPERIMENTAR LA MISERICORDIA.
Lázaro es la posibilidad de
conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos.
Delirio de Omnipotencia: Totalitarismo, Tecnociencia: dios es
irrelevante, Idolatría al dinero, Falsos Modelos de Desarrollo donde se ve al hombre
como algo para utilizar, etc.
RESULTADO: Personas y las
sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a
quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.
ESTRATEGIA: La Cuaresma de este Año Jubilar,
pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación
existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia:
corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos
y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados.
Espirituales tocan más
directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar,
amonestar, rezar.
Nunca hay que separar
las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la
carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de
que él mismo es un pobre mendigo.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Emprender el camino de la Misericordia, a través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los
«ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta
de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado
por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor
infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del
saber, del poder y del poseer.
Sin embargo, siempre
queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a
Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón,
los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a
caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que
resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes
palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc
16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar
la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya
resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su
venida.
No perdamos este tiempo de
Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de
la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la
misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf.
Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
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