Miguel Villela OFS Honduras
El Amor y la Misericordia de Dios con su pueblo es un
tesoro que se ha hecho presente a través de miles de años de historia, de
revelaciones y de manifestaciones que con el paso del tiempo, han sido
confiadas al Magisterio de la Iglesia y transmitidas de generación en
generación a través de la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica, las
celebraciones litúrgicas y en los escritos de los santos padres de la iglesia.
Muchas de esas riquezas descansan como ese
tesoro escondido que nos revela el evangelio, dichoso aquel que lo descubra,
inmediatamente correrá a vender todo lo que tiene para comprar el terreno donde
se encuentra el tesoro, si tan solo
supiéramos donde se encuentra correríamos hacia Él. Los Cristianos de hoy en
día debido a nuestra falta de formación, de nuestra ceguera frente a los
misterios divinos y de nuestra falta de entrega en búsqueda de ese reino
prometido, de esa Jerusalén Celestial
que vemos tan distante de nuestras vidas; aceptamos como posible lo
imposible y negamos lo real y verdadero por considerarlo demasiado evidente. Esta es la realidad del tiempo en que vivimos
que no se difiere en nada al tiempo en que vino Nuestro Salvador, Nuestro Redentor,
Nuestro Rey de Reyes; en ese tiempo la gente por estar a la espera de un Rey
ostentoso, guerrero, fuerte, con poderes mágicos usados a diestra y siniestra, ignoraron
y despreciaron la venida del Humilde Carpintero. Que sabiduría tienen esas
frases que exclamaste antes de morir Mi
Señor ¨Padre perdónalos porque ellos no
saben lo que hacen¨.
Así nos pasa
también a nosotros Mi Señor, por no
saber, por desconocer, nos perdemos
continuamente de tu presencia sacramental, puesta de manifiesto tan cerca de
nosotros que para ser testigos de tu gloria solo debemos de salir de nuestra
casa y caminar unos pasos hacia nuestra parroquia, para acompañarte como
invitados a la celebración de tu boda, a comer de ese Cordero Pascual que quita
el pecado del mundo, tu mismo llamas dichosos a los invitados a esta fiesta.
Durante la mayoría
de años de mi vida, yo también como muchos desconocía e ignoraba mi
desnutrición espiritual, al no alimentarme con Jesús Sacramentado, con ese pedacito de pan, ahora te doy gracias
Mi Señor, porque a través de un sacerdote, a través de mi mejor amigo, pude
conocerte en el Santísimo Sacramento del Altar, a través de su continua
insistencia he ido aprendiendo a combatir y algunas veces vencer en mis luchas
internas frente a la pereza, egoísmo, inconstancia, apatía, falta de
compromiso, rebeldía, que continuamente me servían de pretexto para justificar
no ir a misa, gracias Mi Señor porque a través de el he ido aprendiendo que
solo aprendiendo a Amarte a ti podemos aprender a amar y comprender a los
demás, y hoy aunque todavía no puedo recibirte sacramentalmente vivo con una
sed y hambre de alimentarme con tu cuerpo y con tu sangre y es esta misma
necesidad que finalmente ha dado sentido a mi vida y me invita a compartir lo
poco que voy aprendiendo, lo que tu me vas enseñando con todos mis hermanos.
Hoy a pesar que el
camino de conversión apenas empieza, puedo decir que he dejado de ser huérfano
y gracias al apoyo de amigos y amigas que Dios ha puesto en mi camino, voy
intentando de a poco ofrecer mi servicio a la construcción del reino a través
de la integración y participación en comunidades, movimientos apostólicos y
actividades que organiza nuestra parroquia.
Un día alguien me pregunto que porque era
católico y le respondí porque amo La Eucaristía y hoy más que nunca estoy
seguro de la Presencia real de Nuestro Señor en La Eucaristía, en toda la
celebración de la santa misa que por inspiración divina Juan Pablo II, la ha
llamado ¨El Cielo en la Tierra¨, explicando que la liturgia que
celebramos en la tierra es una misteriosa participación en la liturgia
celestial, el Cielo baja a la tierra cada vez que se celebra la Eucaristía.
La Mayoría de
teólogos después de muchos años de estudio y de interpretación de escritos, han
concluido que La Biblia se vuelve incomprensible, pierde su sentido, si la
separamos de la riqueza que encontramos en la liturgia de la misa, en la misa,
cada lectura, cada palabra comienza a tener sentido y a tener vida porque eres
tú Mi Señor quien te haces presente y te diriges a tu pueblo pronunciando las
palabras contenidas en el antiguo y nuevo testamento.
En la misa, tenemos
la oportunidad de presenciar la fiesta de bodas que describe San Juan en el
libro de Apocalipsis, en la misa tenemos el privilegio de encontrarnos ante el
trono celestial, donde Nuestro Señor Jesús es aclamado como El Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo. La misa es el acto que sella la alianza de Dios
con su pueblo, este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y
eterna.
En la misa
presenciamos el sacrificio de Nuestro Señor, Nuestro Sumo Sacerdote, quien se
ofrece en el altar y derrama su sangre por la salvación del mundo entero, quien
come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna Jn 6,53.
En la misa
presenciamos y vivimos de forma real, no imaginaria, no de un recuerdo, no de
un rito, estamos ahí gozando junto con los apóstoles, del momento sagrado en
que Nuestro Señor instituyó la Eucaristía en su ultima cena: Tomad y comed
todos de Él, porque este es mi cuerpo que será entregado por vosotros, haced
esto en conmemoración mía; Tomad y bebed todos de Él porque esta es mi sangre,
sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por ustedes y por todos
para el perdón de los pecados, haced esto en conmemoración mía.
El Señor entra en
el corazón de aquellos que lo pueden recibir en la hostia consagrada, en ese pedacito
de pan al que se refiere con amor y necesidad una buena amiga con la
que comparto mi vida; entra para después llevarlos a su corazón donde se hacen
uno con Él.
San Ignacio de
Antioquía al referirse a la Eucaristía, decía:
Tened cuidado de solo tener una Eucaristía, pues solo hay una carne de Nuestro
Señor Jesucristo y un cáliz para mostrar en adelante la unidad de su sangre.
San Justino Mártir
expresaba: El alimento que se ha hecho Eucaristía
por la oración de su Palabra y que nutre nuestra carne y sangre por
asimilación, es la Carne y la Sangre de aquel
Jesús que se hizo carne.
Así que hermanos,
los invito a que abramos nuestros ojos, nuestra mente y nuestro corazón para
que a partir de hoy reconozcamos que:
En la misa tenemos la presencia real de Nuestro Señor, puesta de manifiesto en la
sagrada Hostia, en ella esta Jesús Sacramentado con su cuerpo y con su sangre,
dispuesto a entregarse por nosotros.
En la misa tenemos la oportunidad de alabar con coros y cantos al Dios vivo en
compañía de sus ángeles, santos y mártires, que bajan del cielo para unirse con
nosotros en oración y alabanza a Nuestro Señor.
Ir a misa es ir al
cielo, donde podemos compartir junto con todos
nuestros seres queridos, los que están aquí y aquellos que ya se nos han
adelantado.
Ir a misa es renovar nuestra alianza con Dios, en el banquete de bodas.
Ir a misa es recibir la plenitud de la gracia, pues recibimos a Dios dentro de
nosotros mismos, dentro de nuestro corazón.
Cuando vamos a
misa, llevamos con nosotros, nuestro trabajo profesional, la vida de familia,
los sufrimientos y las alegrías, y todo esto se convierte en sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Nuestro Señor Jesucristo, durante
la celebración de la Eucaristía.
Debemos ir a misa
con ojos y oídos, mente y corazón, abiertos a la verdad que se nos presenta
delante, la verdad que se eleva como incienso y nos lleva al cielo ante la presencia
de Nuestro Dios y Señor….., cierren sus ojos, pensemos en todo lo que hemos
compartido, en todo lo que iremos aprendiendo a conocer, este es solo el
inicio, esta es solo la invitación, esto es solo el toc, toc de Nuestro Señor
sonando nuestras puertas.
Ahora los invito a
que junto con los ángeles y arcángeles y con todos los coros Celestiales
cantemos sin cesar el himno de Su gloria: Santo, Santo, Santo es El Señor.
Cantemos:
Si tú, el corazón abres
Y empiezas a alabar
Y sigues orando así vas a lograr
Que los ángeles suban
Y te lleven a Dios.
No sé, si la Iglesia subió
O el cielo bajo
Solo sé que está lleno
De ángeles de Dios
Porque el propio Dios esta aquí.
Que sintieron en su
corazón y en su alma al cantar…….notan algo diferente, se dan cuenta que es un
canto inspirado en cosas reales, no fantasías…….ahora me pueden decir donde, en
que lugar ocurren todos estos eventos maravillosos…….., claro, desde luego que
con seguridad podemos decir y gritar a los cuatro vientos que en la misa!!!
Así que, aunque al ir a misa estemos tentados a
distraernos y aburrirnos por los problemas de sonido, por homilías largas, por
los gritos y llantos de niños inquietos, por las platicas interesantes de
nuestros compañeros de banca, por la presencia de una persona que nos atrae o
nos gusta, o simplemente porque hemos tenido un día pesado y lleno de
problemas, no podemos ni debemos olvidar que en la misa tenemos la oportunidad
única de vivir y compartir un momento propio de las celebraciones celestiales,
donde podemos experimentar la Pasión de Nuestro Señor , adorarlo al pie de la
cruz junto con Nuestra Madre María, los Ángeles y Santos y participar de su
boda en el banquete celestial.
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